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17 de octubre de 2022Más historias sobre los orígenes del café y su consumo en Europa.
Los cafés vieneses tienen una larga y distinguida tradición que se remonta siglos atrás. El gusto por esta bebida estimulante de algunos de sus clientes más famosos ya es parte de la leyenda local. Mientras que la fundación del primer local dedicado a la preparación y venta del café en la ciudad, supone para muchos el inicio de la historia del café en Europa.
La tradición del café vienés cuenta que, después de la derrota del ejército otomano en el segundo sitio de Viena, en 1683, los austríacos encontraron cientos de sacos de granos de café abandonados por los vencidos. Pocos sabían lo que era y menos aun qué hacer con ello. Así que el emperador de Austria le regaló algunos de estos sacos a Franz George Kolschitzky, un soldado y comerciante polaco. Tras conseguir traspasar el cerco del ejército otomano durante el asedio, el soldado se había reunido con Carlos V de Lorena, convenciéndole de que ayudara con sus tropas a la ciudad sitiada, gracias a las cuales se obtuvo finalmente la victoria. Entregado el café al soldado Franz, éste empezó a experimentar con las granos, dándolos a probar molidos e infusionados a los vieneses, sin demasiado éxito. Habiendo sido anteriormente prisionero en países árabes, Franz sabía del éxito de esta bebida en aquellas tierras, así que no cesó en su empeño de introducir el café en Austria, convencido de que podría ser un buen negocio. Tiempo después abría su cafetería, “La Botella Azul”, la primera de Austria. Como novedad a la preparación turca tradicional, él filtraba el polvo de café, y añadía leche y miel para suavizar su sabor. Esta modificación favoreció su rápida y amplia acogida entre la sociedad vienesa de la época.
Visionario como pocos, Kolschitzky tuvo también la idea de poner periódicos a disposición de su clientela, convirtiendo así en poco tiempo a su café, en el lugar más popular y concurrido de Viena. Otra de sus ideas, que el mismo Franz no sabría lo lejos que llegaría: para servir con el café pidió a los pasteleros de la ciudad, que crearan un bizcocho en memoria de la victoria sobre el ejército otomano, cuya bandera lucía una luna creciente. Un pastel que sirviera como homenaje a la contribución del gremio de panaderos a la causa, ya que fueron ellos los que alertaron de noche, de la llegada del ejército enemigo. El resultado del encargo fue el Kippfel: una masa hojaldrada apenas dulce con forma de medialuna, o lo que es lo mismo, el croissant.
Leyenda o no, hoy existe una calle en honor a Kolschitzky, así como una estatua que le recuerda como héroe de Viena. Además de una moderna planta de tueste en el mismo lugar donde se hallaron, siglos atrás, los sacos de café que permitieron al valiente y visionario Franz, abrir su establecimiento. Su nombre quedará ligado para siempre al café, y al el sector cafetero austríaco especialmente.